miércoles, 28 de abril de 2010

peripecias de una simple niña

En fín, la historia continua y es agotadora. No tengo casa, pues me niego llamar casa a ese lugar reinado por mi progenitora a quien puedo querer pero me vuelve loca, y realmente me hace daño vivir bajo su lecho.

En otras palabras, estoy sin un techo "propio". Buscar una habitación a buen precio en esta ciudad es una tarea muy ardua, pero en cierta forma: reconfortante.
El trabajo es otra cosa entretenida, si pues, todo el mundo busca y nadie encuentra pero nadie tiene quien trabaje y saque el pais adelante. Entretenido, ¿no lo creen?

Entre mi bisuteria y la poca astucia que poseo, he logrado sacar dinero de mucha gente y tener de vez en cuando algo con que estar por la calle moviendome por alli.

En fin, tengo una vida caotica como de costumbre, solo cambio el transfondo.
Ya luego les hablo de la uni y del grupo teatral: Seliní.

Hasta otra ocasion donde encuentre el tiempo para quejarme de la vida y amar las cosas pequeñas.

P.S: Creo que he caido en el peor de los desbarates! Creo, y repito creo ya que no me atrevo a admitirlo, pero empiezo a padecer de ese mal tan espantoso que te deja sin cualquier capacidad de raciocinio y es tan solo comparable con ser chavista.

1 comentario:

  1. Mujer, no todos los chavistas son esperanzados.

    Si vives bajo el "lecho" de tu mamá no me extraña que no puedas llamar casa a ese lugar. Incluso los monstruos prefieren, casi siempre, un clóset a esa horizontalidad enrarecida de estar debajo de una cama y no sobre ella.

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